
Hace un rato me dieron unos increíbles deseos de cortarle el cuello a mi perra y luego molerla a patadas, menos mal terminé por desahogarme llorando.
En ese momento, y gracias a mi pataleta, me sentí horriblemente sola porque necesité de alguien que me escuchara llorar simplemente porque si, y al mismo tiempo me dijiera que todo estaba bien, aunque realmente nada anduviera mal.
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