Ella será.

Como diría la canción, "No siempre son mariposas y arcoiris".
Pero al menos, intento transformar las vivencias en algo parecido a aquello.

lunes, noviembre 11, 2013

En la tarde

Hoy ha sido el peor de todos, el cuerpo no me permitía que mi mente diera señales y entonces poder detenerme.
El día había andado bien, el anterior también, de hecho, ayer sentía que al fin había cumplido (y aún mejor) mi meta. Hoy me levanté, comí muy poco y la tarde anduvo bien.
Llegaste, almorzamos, pasó "lo que tenía que pasar" y hablamos de la comida, la comida, la comida. Yo contigo me pudro.
Tenía hambre, mucha hambre. Abrí el refrigerador y aquí comencé de nuevo; el sentimiento de culpabilidad  y placer suelen ser deprimentes y enfermantes... mi psiquis, mi psiquis.
Estoy cansada de sentirme mal conmigo misma, de mirarme al espejo y sentirme así de gorda, de asquerosa. Quiero poder controlar esta ansiedad que inunda mis tardes y noches, que me hace comer escondida, que me hace comer todas esas webás que hay en la casa y que ellos saben que me siento asquerosa comiendo.
Hace tres semanas que están controlando lo que como, porque según ellos no como... si supieran lo que pasa cuando no están, cuando nadie me ve. Hace dos años que cuento las calorías de todo lo que ingiero, que rechazo todas esas comidas llenas de grasas que me ofrecen y que debo comer en público, hace dos años que no me como un helado o un chocolate sin la culpa que me dura dos días enteros.
Nadie me entiende, ya no se qué hacer para poder controlar estas ganas de comer que me hacen sentir aún peor de lo que me siento en el día. He intentado de todo, he hablado con todo el mundo, hasta intenté con la famosilla auriculopuntura que sólo me ayudó para dejar el café y el cigarro... ahora no tengo ni vicios (bueno bueno, la comida cuando nadie me ve).

La cosa parte así.

Por lo general, cuando voy en la micro, pienso lo que comeré cuando llegue. Siempre me imagino algo liviano, porque además de no querer ser una gorda, quiero dormir bien y no con el estómago como una bomba.  Una manzana y un té, quizás un yogurt de esos que tienen 41 calorías.
Me bajo de la micro escuchando los pajaritos y llego a mi casa. Mi papá me pregunta qué comí y cuándo comí, le respondo por lo general mentiras sobre lo rico en grasas que estuvo mi día. Cuando esta él, tengo que comer harto, para que después no hinche las pelotas... pero cuando no hay nadie.
En un principio ingiero lo que tenía planeado ingerir y me siento bien, delgada, linda. Después, alrededor de la media hora y sin pensarlo, me paro y abro el refrigerador, esperando a que haya algo delicioso abierto (porque no abro ningún envase que sea grande... sólo lo como si ya esta abierto), algo lleno de chocolate, crema, grasa, calorías. Como, como sin tanta culpa.. a veces un pan, a veces una galleta, a veces los dos. Me siento nuevamente en el sillón tratando de controlarme, intentando imaginarme en algún cuerpo que quisiera lograr tener.
Ya, la cosa es inevitable y me vuelvo a parar y aquí viene lo terrible para mi mente. Comienzo a comer como si se fuese a acabar el mundo, como si mi vida se fuese a acabar si no engordara en media hora todo lo que pudiese engordar. Como, como, como, como, como, gorda, como, como. No puedo controlarlo. A veces lloro, a veces grito, a veces lloro y grito.
Después de terminada la patética escena, subo a mi pieza y toco mi cuerpo, lo odio, lo odio después del atracón y lo único que quiero es volver el tiempo atrás. Aún no entiendo cómo la gente me sigue diciendo que bajo y bajo de peso, que cada vez estoy más delgada si yo en el reflejo sólo veo a una gorda, una gorda que intenta no ser gorda por el día (y le resulta), pero por las tardes se comporta como lo que realmente es, una gorda.
Hoy realmente juré que no lo volvería a hacer, pero esta vez recortaré fotos de cuerpos que me gustan y deseo y anhelo y busco y quiero y lloro y... y....y las pegaré en lugares significativos para mi.

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