Ella será.

Como diría la canción, "No siempre son mariposas y arcoiris".
Pero al menos, intento transformar las vivencias en algo parecido a aquello.

domingo, noviembre 17, 2013

Una tarde de otoño

En esas cuatro paredes él trabajaba frente al ordenador mientras y extrañamente, las vibraciones del sonido le electrizaban desde la mente hasta los glóbulos que habitaban en su sangre. Èl era un hombre rutinario, hoy se sentía extraño. Esa tarde no estaba tan solo como de costumbre, porque esa tarde un rayo de sol iluminaba el escritorio donde trabajaba desaliñadamente de lunes a viernes, y a veces los sábados (si el chupa sangre se lo pedía). Este, era el primer rayito que ejercía aparición en dos días, ya que los anteriores habían sido extremadamente fríos y grises.
El rayito de luz mantenía temperado el piso, lo que hacía que su cuerpo completo se mantuviera templado y calmo. Esta, después de... (no lo recordaba) era una tarde agradable. Tenía una lista de reproducción que tan sólo él oía, porque la creaba a su merced su mente, y no específicamente el computador y los parlantes. 
Al pasar las horas, la energía del rayito le produjo tal sensación de tranquilidad y placer, que su cuerpo no pudo evitar expulsar un escalofrío. En ese preciso momento detuvo el movimiento de sus dedos en el teclado y observó su alrededor a causa del quiebre momentáneo que le produjo tal reacción.
Primero miró con rostro ausente y lento su escritorio liso, rectangular, café y opaco, que estaba ordenado y limpio. En él tan sólo se encontraba una taza de café vacía pero aún temperada por el líquido que acababa de ser vaciado de aquella. Luego, y tras dos pestañeos, alzó su vista a la también opaca pared y mantuvo su mirada ahí tres pausados pestañeos más. Comenzando el cuarto pestañeo, giró su cansada cabeza hacia la derecha y contempló la ventana, lugar de donde hacía ingreso el rayito. El color otoñal que adquirió de pronto el lugar le hizo recordar una escena de una antigua película que había visto por la tele la noche anterior. Contempló por un momento las partículas que se dejaban ver a través de aquel que templaba el piso y el lugar, pensó en qué estaría haciendo en ese minuto Ambar.
No entendió muy bien con qué energía levantó su cuerpo y caminó hacia la ventana, movió un poco su cara, de manera tal que el rayito posara el calor directamente en ella y cerró los ojos. Inhaló todo el aire que pudo y nuevamente su figura expulsó un escalorío.



...Ahora se daba cuenta que era una tarde agradable en el preciso momento en que la tarde, era agradable.

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